domingo, 25 de septiembre de 2016

Expulsiones como solución de Conflicto: La consolidación de la competencia - 20 septiembre



Este año escolar nuevamente estuvo marcado por un primer semestre con movilizaciones estudiantiles, ya sea con largas paralizaciones o con tomas de varios colegios municipales que en algunos casos llegaron a durar hasta 3 meses. Una de las situaciones más polémicas frente a esto ha sido como los municipios han reaccionado los últimos años frente a las demandas estudiantiles en su calidad de sostenedores, ya que más que escuchar una demanda histórica (donde es evidente que mucha deliberación para resolver no tienen) y tratar de llegar a acuerdos con los jóvenes, se ha buscado detener directamente las movilizaciones con la justificación de que años anteriores han generado grandes pérdidas patrimoniales y afectaciones en la enseñanza escolar, abriéndole el paso a fuerzas especiales y sancionando duramente a los estudiantes movilizados. Un ejemplo son las palabras de la alcaldesa de Santiago Carolina Toha a Diario El Mercurio en el mes de julio afirmando que "expulsar está dentro de las opciones, pero esa decisión la deberá tomar la comunidad escolar".

Con esta indicación es que en las últimas semanas han hecho eco una serie de expulsiones en los liceos municipales de Santiago, Estación Central, y otras comunas de la capital que si bien no necesariamente guardan relación directa con las movilizaciones del primer semestre, dan a conocer una forma de entender la educación escolar desde las autoridades, donde ante el incumplimiento de ciertas normas preestablecidas de convivencia, pareciese que la más fácil solución es la exclusión de quien no cumple acabadamente con ellas. A esto, debemos sumarle los casos dados a conocer en la prensa del joven expulsado del Liceo municipal de Lanco en la Región de los Ríos por micro tráfico de drogas el cual después de ser echado de su colegio y que la Superintendencia ordenara su reincorporación nunca más se supo de él, como también el caso de la chica de 15 años de Concepción que se hizo viral por agredir violentamente a otras niñas y que además de recibir querellas por agresión y reproche social, contaba con una serie de expulsiones de colegios a los que se le sumaba que su madre tuvo que retirarla del establecimiento donde se encontraba estudiando por lo acontecido.

Estos antecedentes nos llevan a debatir nuevamente en torno a cuales deben ser los fundamentos u objetivos perseguidos  por la educación formal escolar y si cumple con un rol público el excluir a estudiantes de establecimientos por no cumplir con una serie de normas de conducta.

Desde el aspecto del integro desarrollo de una persona dentro de una comunidad, es evidente que además de conocer una serie de valores y principios que son otorgados tanto por quienes son la familia y el colegio de un niño, joven o adolecente en la sociedad occidental actual, la escuela se entiende como el espacio creado por una sociedad, comunidad o actualmente por el Estado, que entrega las condiciones o herramientas necesarias para que las personas puedan desarrollarse en distintos ámbitos y aportar a la comunidad con el uso de estas herramientas recibidas, donde quienes organizan la escuela deben garantizar la entrega de estos conocimientos, su equitativa entrega y sin discriminación alguna. Este aspecto va muy de la mano a lo establecido en el Art.26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos sobre lo que entendemos por Derecho a la educación, la obligatoriedad que existe en su garantía y en su libre y gratuito acceso.

Entiendo esto, ¿es sensato que frente al incumplimiento de reglas dentro de un colegio se expulse a un estudiante? Lamentablemente y fuera de como teóricamente entendamos el rol de un colegio, el desarrollo de las actuales sociedades capitalistas choca con principios básicos que deben garantizarse en la instrucción escolar, donde por ejemplo, principios básicos como la entrega de herramientas de manera equitativa, la igualdad de oportunidades y la gratuidad en el acceso, tienden a ser relativizados o directamente eliminados por principios que  sean mucho más afines al sistema económico, como lo son los sistemas de enseñanza de competencia con reglamentos de comportamiento mucho más rígidos, la necesidad de mano de obra con menor instrucción y trabajos técnicos específicos y el mantenimiento e ingreso al sistema educacional  condicionados a factores socio económicos y a la rapidez de adaptación con materias mínimas.

Esta realidad es la de la educación del Chile actual, donde el Estado de manera genérica garantiza la educación, pero coexistiendo con sistemas de educación entregados por particulares con los cuales compite por rangos de “excelencia” y “calidad” y que están facultados para discriminar a los estudiantes que ingresan a sus colegios los cuales tienen claras mejores condiciones, además de un sistema mixto donde un privado administra colegios y el Estado lo financia para la mantención de los jóvenes. Este triple sistema escolar es una manifestación de como un derecho se somete al mercado, y si bien administrativamente hay claras diferencias, los fines y objetivos de entender la educación como  Derecho Humanos casi desaparecen. Se generan colegios de primera, segunda y tercera categoría, donde quienes tienen más capital o se adecuan mejor al sistema escolar tienen oportunidades y donde los que no cumplen con lo establecido quedan en el camino o simplemente son expulsados de los colegios de mayor categoría a los de peor infringiéndose y vulnerándose su derecho a educarse por los distintos problemas que lo hayan afectado en el transcurso de su juventud.

1 de cada 4 estudiantes expulsados en Chile, no vuelve
nunca más a la educación formal
Esta grave realidad se puede comprobar con los datos entregados el año pasado por la Superintendencia de Educación la cual señala que en el 2015, los colegios de más difícil acceso y mayor selección, como lo son los privados, tienen el menor número de las expulsiones (8%) y en los colegios particulares subvencionados que compiten por generar una imagen de excelencia eliminan rápidamente a quienes tienen malos resultados académicos o no cumplen con los reglamentos, llegando a contar con el 58% de las expulsiones denunciadas. Además, del total de los estudiantes expulsados, se ha demostrado que uno de cada 4 jóvenes decide dejar definitivamente la escolaridad.
Pero, ¿Qué pasa con los jóvenes que son expulsados de colegios municipales? Actualmente el restante 34% de los estudiantes expulsados son de estos colegios, los más precarizados y con peores condiciones, y además los que tienen mayor estándar de vulnerabilidad.

El no tener para comer, la violencia física, psicológica o sexual y los traumas que afecten fuertemente a una persona, las maternidades y paternidades prematuras, los conflictos sociales como el tráfico y consumo de drogas, el porte de armas, entre otros, más que ser temas los cuales las escuelas debieran obligatoriamente enfrentar para buscar solucionar, entendiendo que son problemas de miembros de su comunidad, pasan a ser cargas individuales a las que se les suma la violencia del sistema. La prohibición de un gran número de colegios que no tienen interés en los verdaderos problemas de nuestra sociedad y que solo educa a jóvenes con más oportunidades y la segregación a colegios guetos con peores condiciones para quienes tienen estos problemas, y que no tienen como poder ayudar a quienes traen consigo sus dramas.

Frente a este escenario es lógico que en estas condiciones, la rabia, la inmadurez emocional, la frustración o cualquier otro problema haga desacatar reglas de convivencia rígida, a entender los colegios como cárceles o a preferir no estudiar. Es intolerable que el sistema educacional termine siendo menos atractivo para quienes necesitan más apoyo de la sociedad, y peor aún, que frente a la organización de los estudiantes que se levantan para cambiar el sistema educacional actual, que alcaldes sugieran expulsar como solución es la demostración total de que no existe ningún reparo para ellos y conciben como normal que un colegio público cierre las puertas a cualquiera. Actualmente, con la serie de justificaciones a la expulsión en colegios públicos no solamente vemos que se han perdido los principios mínimos que la educación entendida como Derecho Humano debe garantizar, sino que se consolida la influencia del mercado y de la competencia dentro de estas escuelas que en ningún caso se hacen cargo de los distintos problemas sociales propios de una comunidad. Se prefiere excluir mirando para el lado y literalmente abandonar el desarrollo de estas personas negándose a dar solución efectiva a los distintos problemas que puedan tener por mantener una educación segmentada en base a estatus o clases.

La educación pública no puede tomar lógicas del sistema privado de cumplir con estándares específicos de cumplimiento y rendirse a ceder sus objetivos básicos de desarrollo integral e igualitario de las personas. El Derecho Humano a la educación no será garantizado solo cambiando el sistema mixto actual en Chile, sino que solo se recuperara volviendo a las lógicas reales de la educación. La lucha por cambiar la educación en el país debe ir de la mano a esto último, ya que solo cuando como sociedad nos hagamos cargo de frente a los problemas que la misma sociedad reproduce, cuando sea más motivante estudiar que seguir pateando piedras y cuando nuestra educación tenga reales métodos de reinserción y apoyo a nuestros niños y jóvenes habremos avanzado no solo a garantizar el Derecho Humano sino que a empezar a generar una educación y sociedad más justa, libre e igualitaria. 

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